Discurso pronunciado por Luis Aníbal Aviles, PhD Clase del 1980 de CROEM en ocasión de la colación de grados CROEM 2025. Dado el 6 de junio de 2025 a las 4PM en el Teatro Yágüez, Mayagüez, Puerto Rico
Buenas tardes, director Tomassini, miembros de la facultad, personal administrativo, familias emocionadas y, sobre todo, ustedes, graduandos de la Clase 2025 del Centro Residencial de Oportunidades Educativas en Mayagüez, nuestro querido CROEM. Hace cuarenta y cinco años me senté en estas mismas filas, con la adrenalina recorriéndome por el pecho y el diploma casi temblando en mis manos. En 1994 regresé a este podio para hablarles a la clase del 94 de la Internet: la supercarretera de la información, un concepto que entonces sonaba como rock extraterrestre; hoy, es la avenida por la que se mueve el mundo. Regreso con la misma pasión, quizá con unas cuantas canas de más, pero con el corazón igual de inquieto, para celebrar sus triunfos y compartir rumbo.
Permítanme comenzar con una palabra sencilla y poderosa: ¡felicidades! PAUSA. He seguido su trayectoria a través de la página de la Escuela y confieso que cada notificación me alegraba el día. Sus medallas en ferias científicas, sus premios en olimpiadas matemáticas, sus montajes teatrales, sus recitales de poesía, la Feria de los Pueblos y sus victorias deportivas confirman que la excelencia florece donde hay pasión y disciplina. Han demostrado que la inteligencia no es exclusiva de los grandes capitales economicos; también germina entre flamboyanes y calles adoquinadas. Mi aplauso llega cargado de orgullo isleño.
Quiero reconocer de forma especial a las tres vertientes que se gradúan esta tarde. A los estudiantes de Ciencias les digo gracias por indagar en la estructura interna del universo y, al mismo tiempo, en la química de nuestras playas bioluminiscentes. A los de Matemáticas les agradezco por traducir la belleza del cosmos a ecuaciones que se pueden cantar como bomba y plena. Y a los de Humanidades les reconozco el valor de contarnos quiénes somos y por qué vale la pena luchar por un mañana más justo. No compiten; se complementan. Juntos forman la orquesta de talentos que Puerto Rico necesita para navegar el próximo medio siglo.
Cuando tomé este micrófono en 1994, conectarse a la Internet requería un módem que chillaba como coquí en esteroides. Hoy, un teléfono en el bolsillo posee más poder de cómputo que la máquina que llevó la misión Apolo 11 a la Luna. Ese salto nos enseña algo importante: el futuro no espera a que uno acabe el café. Por esa razón quiero compartirles tres grandes retos que definirán este siglo y que ustedes, croemitas, tienen la oportunidad de convertir en hazañas.
El primero es el reto climático. Llevamos dos siglos quemando combustibles fósiles como si la atmósfera fuera infinita. El resultado ya se siente: playas que retroceden en Rincón, sequías en el sur, corales blanqueados en el Caribe. Somos hijos de huracanes, pero la coreografía del viento se ha vuelto más impredecible.
Su misión será diseñar economías descarbonizadas, restaurar ríos y bosques y proteger a las comunidades más vulnerables. No es una carrera de cien metros; es un relevo de generaciones donde usarán ciencia, tecnología y voluntad cívica.
El segundo reto es la ola de datos y la inteligencia artificial que los procesa. Petabytes alimentan redes neuronales que traducen idiomas, detectan tumores e incluso redactan libros. El profesor de historia Yuval Noah Harari advierte que, si no estamos atentos, la toma de decisiones puede migrar a servers en el cloud que jamás han olido el café puertorriqueño. La tarea será utilizar esa potencia para multiplicar oportunidades, no para encerrar la dignidad humana en algoritmos opacos. Necesitamos programadores con ética, juristas con visión y artistas que cuestionen la lógica fría.
El tercer reto es la medicina que se convierte en ingeniería del cuerpo. Sensores subcutáneos medirán cada variable biológica en tiempo real, prótesis neuronales repararán recuerdos y la edición genética corregirá enfermedades antes de que se manifiesten. Poco a poco nos transformaremos en ciborgs tropicales. La tecnología promete milagros, pero exige humildad: la dignidad no cabe entera dentro de un chip. Su desafío será integrar innovación con compasión, para que nadie quede fuera de la ingeniería salubrista del futuro.
Ante estos desafíos, algunos reaccionan con miedo; yo reacciono con curiosidad. Somos boricuas: llevamos medio milenio inventando esperanza en medio de las crisis. Cuando faltó agua, construimos acueductos; cuando se fue la luz, cubrimos los techos con placas solares. Ahora, con su talento, toca un salto mayor: convertir la crisis climática en oportunidad verde, el océano de datos en justicia algorítmica y la medicina en ingeniería de solidaridad.
***
Quiero hacer una pausa para agradecer a quienes los trajeron hasta aquí. Familias que vendieron pasteles para costear viajes, maestros que corrigieron sus trabajos bajo el ruido de las plantas eléctricas, personal de comedor que les sirvió arroz y habichuelas con sazón de cariño. Sin ellos no hay teoremas, ni ensayos, ni prototipos.
Graduandos, regresen siempre a CROEM, a la Feria de los Pueblos; ofrezcan mentoría, donen becas, escuchen sueños ajenos. Devolver multiplica la riqueza colectiva.
Cada uno de ustedes es el resultado de una ecuación con muchas variables invisibles: la tiza gastada de un maestro que creyó en su potencial, la abuela que rezó mientras estudiaban para el College Board, el vecino que prestó el carro para llegar a los laboratorios de verano.
Hagan inventario de esas manos y guárdenlas en la cuenta de su gratitud. Cada vez que alcancen una meta, paguen intereses devolviendo esos favores a la comunidad. El capital social es nuestra mayor reserva estratégica; crece cuando se comparte sin mezquindad y florece cuando se riega con solidaridad.
No subestimen el poder de la palabra hablada. Mi voz suena grave porque he entrenado mis cuerdas vocales para llenar auditorios sin micrófono, pero la suya, aunque tímida, puede mover montañas si pronuncia la verdad con valentía. Lean en voz alta, practiquen argumentar con respeto, defiendan ideas sin aplastar al interlocutor. El Caribe necesita decibeles de sensatez que contrarresten el ruido hueco de la demagogia.
Permítanme compartir tres lecciones rápidas. Primero: cultiven la curiosidad como se cultiva un huerto en Vieques, con riego diario y paciencia. Segundo: saquen tiempo para la contemplación; la creatividad florece cuando el Wi‑Fi toma siesta. Tercero: midan el éxito por las puertas que abren, no por las que cierran. Nuestro país necesita gente que sume, no competencias de egos.
Sé que muchos sueñan con estudiar fuera. Háganlo. Viajen, aprendan idiomas, exploren culturas y laboratorios. Pero recuerden que la Isla es un imán poderoso; sus montes y su mar sostienen nuestra brújula emocional. El conocimiento adquirido en Boston, Berlín o Méjico se vuelve más valioso cuando se mezcla con el sazón de aquí.
Imaginemos a Puerto Rico en 2050: carreteras solares que unen Mayagüez con Ponce, un tren costero de hidrógeno verde que bordea la Isla, microrredes que mantienen hospitales encendidos aunque un ciclón tumbe líneas, algoritmos entrenados con historias afrocaribeñas para evitar sesgos raciales, clínicas que imprimen órganos 3D con bio-tinta para los pacientes de la montaña. Todo eso cabe en su agenda si hoy se comprometen a trabajar en equipo.
Harari sostiene en Sapiens que dominamos el planeta gracias a las ficciones compartidas. La democracia, el dinero y los derechos humanos son cuentos colectivos que funcionan porque millones los creemos.
Propongo escribir la próxima gran historia: que Puerto Rico sea faro caribeño de sostenibilidad, ética digital y salud humanizada. Si lo creemos juntos, lo lograremos.
Quizás pregunten: ¿por dónde empiezo? Empiecen en pequeño. Planten un árbol nativo, desarrollen una aplicación para medir calidad de agua, organicen un club de debate sobre Inteligencia Artificial y democracia, compongan un poema que denuncie la desigualdad energética. Lo pequeño cuesta poco y se replica rápido.
No pierdan la alegría. El reto climático puede desalentar, la Inteligencia Artificial puede ser intimidante y la biotecnología puede asustar; sin embargo, la salsa sigue sonando, el chinchorreo sigue vivo y la poesía brota en semáforos y murales. El humor criollo es la vacuna contra el cansancio. Rían, bailen, y celebren cada avance porque la esperanza necesita carnaval.
Recuerden que el liderazgo comienza escuchando. Un buen líder pregunta antes de proponer, abraza la crítica y celebra el éxito ajeno. Si su algoritmo es humilde, su influencia resonará. Nuestro archipiélago sufre de líderes sordos; ustedes pueden romper ese ciclo.
Confieso un anhelo personal: quiero vivir lo suficiente para sentarme en este auditorio dentro de veinte años y escuchar a uno de ustedes dar la lección magistral. Quiero que cuenten cómo revivieron ríos, cómo democratizaron la Inteligencia Artificial para ayudar a los agricultores y cómo perfecionaron la medicina de implantes. Ustedes serán prueba de que soñar en grande desde una Isla es posible.
Ahora, respiren. Sientan el peso simbólico de la toga. No es capa de superhéroe, pero casi. Es recordatorio de que el conocimiento otorga poder y obliga a servir. Cuando crucen esa puerta, la brisa de junio les dirá que comienza otra travesía. Caminen con paso firme y la risita cómplice de quien sabe que viene de escuela rigurosa y corazón candente.
Cierro con una adaptación de Harari: la historia no da garantías, solo posibilidades; nos corresponde convertirlas en realidad. Graduandos, la mesa está servida. El mundo enfrenta tormentas, pero también amaneceres luminosos. Ustedes llevan la antorcha.
Que su curiosidad sea brújula, su compasión ancla y su ingenio la vela que empuje el bote colectivo. Desde la Sultana del Oeste hasta el último rincón del planeta, hagan retumbar su voz y nuestra voz. Y cuando consigan algo grande, recuerden a CROEM, a Mayagüez y a Puerto Rico, porque, como dice la trova, de aquí no se va quien nació para quedarse en el viento. PAUSA.
¡Felicidades, Clase de 2025! ¡Caminemos juntos hacia un futuro! ¡Que la fuerza del Caribe los acompañe! GRACIAS.
Siempre he dicho que todo profesional debe dedicarle tiempo a las nuevas generaciones.
Por eso me encanta brindar talleres y charlas a los jovenes. El conocimiento se comparte, no se debe esconder.